LA INVESTIGACIÓN BOTÁNICA EN ESPAÑA: PASADO Y PRESENTE
Surgimiento de la Zoología y Botánica básicas: A mediados del siglo XVIII tiene lugar en Europa un gran auge de los estudios sobre las plantas y animales. Surge por primera vez el interés por conocer la biodiversidad del planeta desgajada del mero utilitarismo (agricultura, ganadería, jardinería, medicina…).
C. Linné propone un sistema de nomenclatura y clasificación de los seres vivos que resultará una gran revolución y fomentará el interés en estos asuntos entre las mentes inquietas, la nobleza, las minorías cultas y los ámbitos científicos.

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en otoño. Uno de los enclaves españoles mejor estudiados desde el punto de vista florístico gracias a los diversos investigadores que han pasado por el Instituto Pirenaico de Ecología, CSIC de Jaca. Foto: cascada de La Larri, valle de Pineta ©JOLUBE, 2014.
Impacto en la ciencia europea
Desde entonces y hasta finales del siglo XIX se llevaron a cabo ingentes esfuerzos de prospección zoológico-botánica por todo el planeta. En primer lugar los países europeos más prósperos (Francia, Alemania, Austria, Reino Unido, etc.), pero también -a través de viajeros y aventureros- de los otros cuatro continentes.
En todos estos países se van publicando recopilaciones sobre su propia flora y fauna autóctona, que cada década o poco más se ven sujetas a actualización. Hablamos de obras a nivel nacional, pero también de otras regionales o comarcales, afectando a los rincones más perdidos del continente.
Estas obras de síntesis utilizan como base de operaciones las numerosas revistas científicas que van surgiendo en todos los países. A mediados del siglo XIX pocas ciudades importantes europeas no disponen de universidades donde se cursen estudios específicos botánicos o zoológicos y se publiquen sus resultados en una o varias revistas especializadas. Naturalmente, no son ajenos a esta actividad países aparentemente menores, como Hungría, Serbia, Polonia o Irlanda; pero entre todos ellos destaca España como país que se queda fuera de este movimiento.
Situación histórica de nuestro país
Siglo y medio después de Linné (al empezar el siglo XX) no existe ninguna revista específica para publicar trabajos sobre zoología o botánica y muy pocas de ámbito mayor (p. ej.: ciencias naturales) cercano. En el terreno botánico una de sus consecuencias es que sigue sin publicarse la flora española ni floras regionales detalladas. Sólo ha salido un “proyecto o preparación” (prodromus) de la misma, fruto del trabajo del alemán M. Willkomm y el danés J. Lange, en sus más bien escasas visitas a nuestro país. Ello precedido por una visitas de cierta entidad -unos años antes- del suizo E. Boissier, que publicará numerosas novedades descubiertas en sus viajes sobre todo por el sur peninsular.
A nivel local, los primeros trabajos con nomenclatura linneana son a cargo de Jordán de Asso a finales del s. XVIII sobre la flora de Aragón. Posteriormente hay algunos trabajos de cierta entidad, como la Flora de Cataluña de A. C. Costa o los minuciosos trabajos de farmacéuticos rurales, como F. Loscos en Castelserás (Teruel) y Carlos Pau en Segorbe (Castellón). Esto se prolonga en el primer cuarto del siglo XX y hay que llegar al segundo para que aparezca la primera revista botánica (Cavanillesia, Barcelona), cuya andadura acabará en menos de una década.
La Guerra Civil y la posguerra trajeron consecuencias económicas y culturales desastrosas al país. Una línea de esperanza fue la fundación del C.S.I.C. y de la primera revista botánica española que llegará a consolidarse (Anales del Jardín Botánico de Madrid), seguida poco después de Collectanea Botanica en Barcelona.
Los estudios universitarios de Botánica se limitan a unos pocos departamentos en unas facultades de Farmacia, ya muy dirigidas a los aspectos industriales. Se trata de un entorno muy limitado para que pueda tener lugar el despegue de estos estudios, permanentemente aplazados, en un país enorme, con grandes riquezas de biodiversidad, con un relieve acusado y amplios parajes de acceso complicado.
Renacimiento en el período constitucional
Ese despegue vendrá a coincidir con la parte final del régimen de Excepción y la llegada de la Democracia (a partir de los años setenta), con la creación y consolidación de nuevos departamentos de Botánica en las universidades antiguas y en las numerosas que se crean en casi todas las provincias, amén de nuevas revistas de la especialidad, que en una década ya se han multiplicado por diez.
Se pasará también en poco tiempo de un país donde se leía una tesis doctoral cada varios años sobre botánica a leerse docenas al año, de no haber más de media docena de profesionales de la botánica a haber más de un centenar.
Esa generación, que estudió sus carreras entre finales de los sesenta y finales de los ochenta, ha sido la que se ha tenido que enfrentar a aquello que en Europa ya se había hecho o se llevaba más de dos siglos de adelanto. Se formó mucha gente y se incorporó a puestos de trabajo estables por toda la geografía española. Se iniciaron en una línea de investigación básica, florístico-taxonómica (muchas veces en paralelo fitosociológica), que era percibida por la comunidad científica y la administración como uno más de los retos serios que tiene la ciencia y de los que la sociedad se beneficia de sus resultados a la corta o a la larga.
Esta generación trabajaba prioritariamente en el estudio de la flora local, publicaba sus resultados en revistas locales y nacionales, en las lenguas del estado, y emitía informes subvencionados sobre el particular a las administraciones locales o estatales, de donde obtenía fondos para becas, apoyo a doctorandos o para potenciar colecciones, publicaciones, etc.
Pero he aquí que al llegar años noventa empiezan a llegar aires de cambio. La asignatura de Botánica -en los estudios de Biología- pasará de cursarse en dos años mas una especialidad completa (lo que demandaba mucho personal y unas posibilidades de futuro a jóvenes investigadores), primero a un solo año (manteniendo la especialidad), luego a perderse la especialidad y finalmente a disminuciones de créditos en teoría y prácticas que rozaban en ocasiones la cuatrimestralidad.
En paralelo, y mucho más grave que esto, entran nuevos aires en las altas esferas de la ciencia. Sin duda ante presiones de esferas aún más altas de índole internacional, se pretende reconducir la ciencia hacia los aspectos prácticos, tecnológicos y de innovación industrial, dejando de lado la investigación básica (en parte sobre el parcialmente cierto fuera -pero gravemente erróneo prejuicio en este país- de que tal labor estaba ya resuelta con los trabajos de los siglos anteriores). Se fomenta una globalización de ciencia que signifique eliminar las revistas nacionales y locales en pro de unas pocas revistas internacionales, deslocalizadas, con el inglés como nexo de unión.
En paralelo se pretende desprofesionalizar los estudios de campo y que pasen a manos de asociaciones de aficionados.
Sentencia de muerte a la Botánica “tradicional”
Como esto no habría podido ocurrir dejando las cosas a las reglas del mercado (sometidos a la oferta-demanda sin más, como hasta entonces), se establecieron desde arriba (Ministerio de Educación) baremos de valoración de los trabajos de investigación en los que de modo absolutamente desproporcional, con atropello de los intereses de muchas personas, líneas de investigación, publicaciones científicas consolidadas, etc., se daban puntuaciones que llegaban a ser 100 veces mayores (de 0,1 a 10) por el mismo contenido según en dónde se haya publicado. También se cortó la subvención, para becas y para proyectos de investigación, a las líneas que se consideraron menores.
Había que trabajar en biología experimental o aplicada, publicar en inglés y hacerlo en las revistas que aparecían en los “índices” correspondientes, que grupos privados -con grandes interese económicos en ello- establecían (lo que es lo mismo que prohibir inquisitorialmente las otras).
Naturalmente, la mayoría de los científicos formados en estas líneas han aprovechado el tiempo en estas dos últimas décadas y han seguido esas recomendaciones. Han abandonado las líneas de investigación en que se formaron, han entrado en otras nuevas, han encontrado allí un hueco y se encuentran cómodos y recompensados por el sistema por ello. Nada que objetar, ya que es bueno abrirse a nuevos horizontes y son muy respetables los motivos de diferentes investigadores para ampliar o modificar sus líneas de trabajo. No va la crítica contra ellos sino contra las autoridades que pusieron en marcha este sistema y contra las que, habiendo accedido posteriormente y comprobado su injusticia, lo mantienen.
Año 2012: última vuelta de rosca
Si todo lo anterior no era bastante, a comienzos del curso 2012-2013 entran en vigor nuevas disposiciones que llevan esta línea a una situación completamente inasumible, consistente en que las universidades consideren de facto investigadores “durmientes” o inactivos a los profesionales que sigan en estas líneas, ya que al valorar tan bajo sus trabajos e impedirles el acceso a proyectos de entidad, sus puntuaciones se mezclan con las de aquellos que realmente se mantienen al margen de sus obligaciones como investigadores. En consecuencia se les carga con doble tarea docente, con lo que ello supone de nuevas dificultades para la continuidad de sus líneas de investigación, amén de la humillación que significa para unos profesionales reconocidos que han prestado valiosos servicios a la ciencia española durante años, y en vez del reconocimiento por estos esfuerzos, al llegar a sus años de madurez, previos a su jubilación, se encuentran con que se les va a encargar el grueso de la tarea docente de sus departamentos, para que sus discípulos y las nuevas generaciones que han entrado cuando la situación había cambiado, puedan dedicarse tranquilamente a sus investigaciones “competitivas”.
Manifiesto final: Pese a los aires de cambio ha habido profesionales que se han mantenido en su línea de trabajo. No por mero inmovilismo, sino porque los retos seguían siendo enormes en ella, al igual que la demanda social, habiéndose considerado -además- poco rentable optar por tirar por la borda la amplia inversión en material de trabajo, archivos personales, documentación específica, etc. Por ello declaramos que vamos a seguir trabajando en lo nuestro, porque:
- Nos gusta nuestra línea de investigación
- Somos expertos en ella y como tal se nos reconoce en un amplio entorno nacional e internacional.
- Entendemos que quedan retos en ella por resolver, al menos para décadas.
- La sociedad demanda expertos en ella, conocedores con el mayor detalle posible de la biodiversidad local y general.
- La sociedad que financia la investigación tiene derecho a que se prioricen los estudios sobre su biodiversidad regional o local antes que otros trabajos teórico-especulativos o experimentales, muy valorados en revistas de impacto, pero que no revierten en resultados de interés para esa sociedad.
- Los que enseñamos estas materias, sobre todo en sus aspectos prácticos, comprobamos que tenemos la más adecuada formación para ello gracias a nuestros trabajos de campo.
Sobre esta base demandamos la valoración de los estudios sobre biodiversidad regionales o locales en el mismo rango que las demás especialidades de las ciencias biológicas, tanto para el acceso a plazas universitarias como para becas, proyectos y baremaciones curriculares de los investigadores.
Para ello es prioritario y urgente una revisión a fondo de los sistemas de valoración de la investigación científica que recoja las inquietudes aquí expuestas.
Gonzalo Mateo Sanz
Jardín Botánico e Instituto Cavanilles de Biodiversidad y B.E. (Universidad de Valencia)
Octubre 2014.
Muy cierto, totalmente de acuerdo