MARÍA JOSÉ MONTESINOS
22/03/2010 a las 01:06
Las praderas y lagunas de la antigua Zaragoza | Heraldo.es
Aunque paisajísticamente no llamen la atención, decenas de balsas y charcas de la zona aluvial del Ebro son un hervidero de biodiversidad vegetal y animal. Son, además, refugio de agua para muchas especies acuáticas, especialmente en los meses de verano, cuando más aprieta el calor y otras balsas se secan, pues, por el origen de sus aguas, es la época en la que más llenas se encuentran.
El geólogo Juan Pablo Castro y el botánico Óscar Torrijo, miembros de Ansar, acaban de realizar un estudio sobre la llanura aluvial del Ebro en el territorio comprendido entre este río, la ciudad de Zaragoza, el Canal Imperial y el río Jalón. Este área, que históricamente se conocía como los Ojos de Pinseque, componía un extenso humedal, con grandes láminas de agua, vegetación de ribera y praderas para el pasto. «Zaragoza debía parecer las Tablas de Daimiel», afirman los investigadores.
Estas balsas se forman porque las aguas subterráneas del nivel freático se encuentran muy cerca de la superficie, por lo que afloran con facilidad. Sobre todo por dos causas: las dolinas (que se producen al hundirse el suelo de yesos que es habitual en Zaragoza) y por excavaciones artificiales, como las que se realizan en las graveras. El agua corre abundante en el subsuelo sobre todo por los aportes que llegan desde acequias y regadíos, lo que da lugar a un fenómeno muy curioso y es que es en verano, cuando mas se riega, la época en que estas charcas aparecen más llenas.
Para conocer la evolución del sistema lagunar a lo largo del siglo XX , los investigadores han recurrido a las fotografías aéreas del vuelo de 1927 realizado para la Confederación Hidrográfica del Ebro y a los mapas topográficos editados por el Instituto Geográfico Nacional y por el Servicio Geográfico del Ejercito. Algunos de los mapas consultados son del siglo XVIII. Poco a poco, las manchas azules van desapareciendo de los planos: de las casi 40 balsas que aparecen reflejadas en el mapa de Confederación en 1950, ahora solo se mantienen 4.
“Han ido desapareciendo por la extensión de los cultivos y en los últimos años por el crecimiento urbanístico y el aumento de las infraestructuras de comunicación”, señala Juan Pablo. En un trabajo desarrollado el año pasado, a lo largo seis meses, Castro y Torrijo han logrado localizar 39 zonas húmedas en esta zona tan cercana a la ciudad de Zaragoza. “Queríamos saber si hay algo más que no figure en los mapas y por eso hemos encontrado todas estas, pero seguro que en 1950 pasaría lo mismo: solo estarían recogidas cartográficamente las más importantes. Estoy seguro de que se ha perdido ese 90%”, afirma Castro.
Todo ello nos habla de un paisaje que ahora mismo nos parece irreal, y nos remite a un tiempo con costumbres que hoy parecen leyendas: “En Casetas nos han dicho que algunas lagunas se pescaban tencas, lo que indica que existían grandes concentraciones de agua”, señala Torrijo. “En la Edad Media sacaban acequias de estas balsas para regar incluso hasta Utebo, tal era el manatial que salía”, añade.
HASTA LA PLAZA DE ESPAÑA
Hasta se pensó en llevar el agua hasta la zaragozana fuente de Neptuno, ahora en el parque Grande, que se construyó originariamente en la plaza de España, y fue la primera fuente pública en surtir de agua a los ciudadanos que, antes, debían ir directamente al río. Con ello se quería dar agua de calidad a los zaragozanos «pues eran aguas limpias de manantial, pero la canalización era muy costosa y finalmente se cogieron del Canal Imperial”, afirman. También los ganaderos utilizaban estos espacios como zonas de pasto y abrevadero para rebaños y caballerías.
De haberse conservado, este hábitat a las puertas de Zaragoza constituiría, según Ansar, “uno de los grandes espacios naturales de Aragón”. Aunque no sea tanto, con este trabajo, Ansar espera “que se cataloguen y se dé alguna protección a este ecosistema”. En muchos casos, “están bien conservados, y no necesitarían una declaración especial, solo que las leyes se cumplan», señalan, y no acaben llenos de escombros como acaba de pasar con la balsa del Ojo del Fraile, en Casetas.
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